Nace la asociacion de poder del consumidor
¡Consumidores de Mexico Unios!
En varios países los consumidores ya no se preocupan sólo por conseguir los precios más bajos. Ahora el dilema que se plantean a la hora de comprar tiene aspectos: comprar unos tenis hechos por mano de obra casi esclavizada o favorecer los que garantizan salarios justos; adquirir café barato comprado a campesinos a precios de risa o café orgánico de una comunidad indígena de Chiapas; comprar un detergente tan efectivo para quitar las manchas como contaminante, o uno más caro pero biodegradable.
Con la constitución de El Poder del Consumidor, México se suma a los países en los que grupos de ciudadanos organizados mantienen una vigilancia a las corporaciones cuyas prácticas y productos están ligados a la explotación laboral, al daño al medio ambiente, impacto ambiental y económico. Sin boicot, porque no se trata de que se pierdan plazas de trabajo, pero con la convicción de que los compradores representan un gran potencial de cambio que aún está por desarrollarse, surge esta organización.
Por Dulce Colín
dcolin@eme-equis.com.mx
A las siete de la mañana Lin, una niña de 12 años, llega a una fábrica de Shandong. En la entrada, un edificio de puertas de metal y barrotes en las ventanas, puede leerse la frase “Just do it”. Lin toma su lugar y comienza a coser unos tenis que semanas después lucirá Ronaldi-nho en una sesión de fotos y que más semanas después tú verás en el aparador de una tienda.
Lin cosió las suelas de docenas de ellos durante más de diez horas y al final recibirá un pago de un dólar por su jornada de trabajo, en un lugar con serios problemas de seguridad, sin ventilación y con amenazas constantes de despido. ¿Comprarías los tenis sabiendo que fueron hechos de forma casi esclavizante?
Esa pregunta es el eje del nuevo fenómeno de consumidores alrededor del mundo. Una lucha social que antes apelaba a los derechos, ahora se ha transformado en un movimiento de “responsabilidades”. Una propuesta que podríamos llamar “por un consumo consciente”.
La periodista y activista canadiense Naomi Klein planteó desde hace varios años este cuestionamiento en su libro No Logo. Tomado como manifiesto después de la movilización social de Seattle en 1999, que dio paso al movimiento alternativo a la globalización, No Logo es un híbrido entre periodismo y la observación y crítica de las prácticas de las grandes corporaciones.
En cuatro capítulos (“Sin espacio”, “Sin opciones”, “Sin trabajo”, “No logo”), analiza la influencia de las marcas en el comportamiento social actual. Desde el origen y crecimiento de las grandes empresas, el posicionamiento de la imagen y el logo, y sus tácticas de expansión mundial, hasta la militancia contra las corporaciones y los actos de rebeldía utilizados como estrategia para contrarrestar su influencia.
Después de su publicación, empresas como Nike, Shell y McDonald’s (la flecha, la concha y los arcos), a quienes dedica un capítulo, fueron objeto de feroces críticas por manufacturar sus productos en fábricas ligadas al trabajo clandestino, de explotación de recursos naturales y laborales en países del Tercer Mundo, incluido México.
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En un intento por implantar la conciencia social por un consumo responsable, nace en México El Poder del Consumidor, una asociación civil que pretende dar a la defensa del consumidor un enfoque más completo, al considerar aspectos laborales, ambientales y de impacto económico. El director es Alejandro Calvillo, quien hasta hace poco encabezó Greenpeace México.
La lucha de los consumidores en México es reciente. No hemos sido un país que se caracterice por sus logros en la defensa del consumidor ni por su crítica social hacia las corporaciones. El antecedente más relevante es la Asociación Mexicana de Estudios para la Defensa del Consumidor, que fundó Arturo Lomelí hace más de 30 años, y entre cuyos logros está la elaboración de la Ley Federal de Protección al Consumidor y la creación de la Profeco. Además, gracias a su denuncia, se evitó, por ejemplo, la introducción de leche contaminada de radiación proveniente de Irlanda, y el uso desmedido de plaguicidas en el campo.
No hay mucho más que resaltar en la lucha de los consumidores. Según Calvillo, los esfuerzos de otras organizaciones son poco evidentes. “La aportación de México es a nivel institucional. Retomamos los avances que se hacen en Europa y en Naciones Unidas y aparecemos como un país avanzado en esa materia. Sin embargo es sólo formal, porque los derechos a los que acceden los consumidores son distintos en cada país, como la advertencia en las etiquetas de que se están consumiendo productos transgénicos”.
Ya no basta con hacer listas de precios de un solo producto. Es un asunto ético. “¿A qué costo se tienen bajos precios?”, se pregunta Calvillo. El dilema de compra no es exclusivo de una marca de tenis. A cualquier consumidor le puede suceder a cada paso que dé con el carrito en el súper.
Tendrá que decidir si adquiere café barato comprado a campesinos a un precio fijado por debajo de su costo, o café orgánico de una comunidad indígena de Chiapas. Comprar un detergente tan efectivo para quitar las manchas como para contaminar, o uno más caro pero biodegradable. Tendrá que decidir si comprar en una tienda que controla el mercado a costa de los proveedores y que elimina a los pequeños comerciantes, o en los comercios locales que administran sus propios vecinos. Incluso tendrá que pensar dos veces antes de hospedarse en un hotel construido a costa del ecosistema y que viola leyes ambientales.
Este tipo de cuestionamientos son característicos de una nueva generación de consumidores interesados en saber y dar a conocer el comportamiento y las prácticas de las corporaciones, representados por personas como Naomi Klein; el documental The Corporation, basado en el libro de Joel Bakan; el Buy nothing day, propuesto por la revista Adbusters; por Klas Werner y Hans Weiss, autores de El libro negro de las marcas; y por gente como Ralph Nader, gurú y líder del movimiento de consumidores en Estados Unidos durante más de 30 años.
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Está claro que nuestra sociedad no es tan receptiva como la estadunidense, canadiense o europea. Puede sonar improbable que la presión de una persona y el respaldo social logren cambiar las políticas ambientales y de seguridad de toda la industria automotriz, como lo hizo Ralph Nader a fines de los sesenta, cuando denunció los peligros a los que los conductores se exponían por el diseño de los autos, en particular los de General Motors, en su libro Unsafe at any speed.
“El consumidor más duro de América”, lo llamó la revista Time. Abogado de profesión, Nader ha trabajado durante 30 años por los derechos del consumidor. A él se le atribuyen reformas en el Congreso como el acta nacional de seguridad de tránsito vehicular, el acta de carne de consumo saludable, el acta de seguridad de tuberías de gas natural, el acta de control de radiación para la salud y seguridad, y el acta de salud y seguridad en las minas de carbón. Todas ellas aprobadas y vigentes desde hace décadas.
Para presionar por la aprobación de estas leyes, Nader llama a políticos, demócratas y republicanos, a cualquier hora, cualquier día de la semana, sin necesidad de dar su apellido. “Hola, es Ralph”, y todos saben de quién se trata. Además ha sido cuatro veces candidato a la Presidencia de Estados Unidos. La última, en 2004 como candidato independiente, después de la cual la opinión pública lo hizo responsable de la derrota de Al Gore por restarle votos a los demócratas.
Nader no trabaja solo. Universitarios y activistas inspirados por su discurso se han unido y organizado para ayudarlo en diversos proyectos. Conocidos como los Nader’s raiders, colaboran con las investigaciones ambientales, económicas, políticas, de salud y corrupción. Como resultado nació a principios de los años setenta Public Citizen, una ONG que cuenta con cerca de 150 mil miembros.
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México nunca ha visto la capacidad de una persona o de una organización de provocar una movilización civil como la de Nader. Sin embargo, en la historia reciente de nuestro país existen casos en que los derechos laborales de cientos de trabajadores han mejorado gracias al poder internacional de los consumidores.
El caso de la empresa Kuk Dong es un ejemplo. Algunos trabajadores de esta fábrica en Atlixco, Puebla, quienes manufacturan ropa para Nike y algunas universidades de Estados Unidos, fueron amenazados con perder su trabajo durante una huelga en 2001.
Organizaciones como United Students Against Sweatshops presionaron a Nike para que la empresa presionara a Kuk Dong a fin de mejorar la situación de los trabajadores y no cancelar su relación laboral con ellos, lo que hubiera significado el cierre de la planta. Nike recibió más de seis mil cartas durante la campaña de solidaridad internacional con los trabajadores de Kuk Dong, quienes, en septiembre de 2001 lograron el reconocimiento de un sindicato independiente, un incremento salarial de diez por ciento y otras prestaciones.
United Students Against Sweatshops es la red más grande de estudiantes y ciudadanos a favor de los derechos laborales que trabaja con la premisa de que los consumidores deben tener el control sobre las condiciones bajo las que los productos que adquieren son fabricados. Campañas contra Taco Bell, Coca Cola y New Balance son ejemplo de su trabajo.
México no cuenta con una red de protesta de este tipo. Sin embargo, Calvillo confía en que las manifestaciones ciudadanas contra Wal-Mart y las empresas que tomaron postura durante el proceso electoral, como Sabritas, sean ejemplo de la conciencia social potencial. Y las empresas lo saben. “Si la imagen de Sabritas no se hubiera visto afectada, no hubieran publicado un gran desplegado en el que intentaron aclarar lo que ellos llaman una mala interpretación”.
¿Se puede confiar en el criterio del consumidor ante cuestiones tan ajenas como la explotación infantil en China? “Es un proceso educativo”, sostiene Calvillo. “Sin embargo, hay que empezar a apelar a cuestiones que le afecten directamente a las personas. Muchos hábitos de consumo cambian cuando los productos afectan su salud y la de sus hijos. Queremos movilizar a la opinión pública. Cuando la información se hace pública y es contundente, moviliza opinión”.
Le sucedió a él. El Poder del Consumidor es un proyecto que data de hace cinco años, que se vio suspendido cuando lo llamaron a dirigir Greenpeace. Pero su inclinación social por la defensa del consumidor se catalizó con la llegada de su hijo, y con él, la preocupación por saber todo lo que consumía. Pollo alimentado con anabólicos, leche contaminada, tubos de agua congelada con saborizante que no son más que un coctel químico. “Tenemos derecho de saber qué le damos a nuestro cuerpo”.
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Cambiar los vicios de consumo es una meta a largo plazo. A nivel mundial, el Buy nothing day es una protesta simbólica que se lleva a cabo el fin de semana posterior al Thanksgiving, fecha en la que se inaugura la temporada de compras navideñas en Estados Unidos.
Nació hace 14 años como una propuesta de la revista canadiense Adbusters, una comunidad de activistas, intelectuales y artistas. No hay cifras oficiales del impacto económico del Buy nothing day pero cada año se adhieren cientos de simpatizantes en 65 países, donde se organizan destrucciones de tarjetas de crédito, marchas de “zombies” en centros comerciales y clínicas de adictos a las compras. Los organizadores invitan a las personas a retarse a ellos mismos, a sus familias y amigos a disfrutar la vida un día sin la necesidad de comprar.
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Dos empresas de refresco. Dos televisoras. Dos compañías telefónicas. La veta en la lucha de los consumidores contra las prácticas desleales y monopólicas puede ser abrumadora. Sin embargo, Calvillo detecta cierta apertura, incluso de sectores conservadores. “El mismo Agustín Carstens se ha pronunciado contra los oligopolios en México”. Pero un cambio de modelo económico resulta improbable. Sobre todo cuando el concepto de responsabilidad social empresarial está malentendido.
“La idea de ligar la responsabilidad social empresarial a la filantropía es un error. Las causas nobles de las empresas descansan, en muchas ocasiones, por motivos fiscales”. Y expone el ejemplo de Cementos Mexicanos. Una empresa que ha destinado muchos recursos en proyectar su imagen como compañía responsable socialmente, que ha publicado libros de ecología, de diversidad étnica, ha apoyado la conservación ambiental, y al mismo tiempo, en sus hornos cementeros se queman llantas con un impacto ambiental muy fuerte alrededor de sus plantas.
Un ejemplo aparte es Wal-Mart. Sus ventas anuales en el mundo, que ascienden a 300 mil millones de dólares, equivalen al total del producto interno bruto de un país como Bélgica, pero sus trabajadores tienen que pagar por un seguro médico privado casi 75 por ciento de su sueldo.
Cinco miembros de la familia Walton, fundadores de la cadena, se encuentran entre las diez personas más ricas del mundo de la revista Forbes, mientras a sus proveedores les impone precios, les paga después de 90 días, les exige altas cuotas de productos que no pueden sostener, les cobra pérdidas de productos rotos e impone cargos especiales por publicidad y apertura de nuevas tiendas.
Sin duda se trata de una de las empresas más criticadas y atacadas. El año pasado el documental The High Cost of Low Price generó una campaña de rechazo en Estados Unidos por las prácticas de negocios más repudiadas como la violación de derechos laborales, de medio ambiente, prácticas monopólicas, consecuencias negativas en pequeñas comunidades.
Antes indiferente y un tanto acostumbrada al ataque de la prensa, Wal-Mart creó una oficina de relaciones públicas para responder a las críticas derivadas de la película de Robert Greenwald.
El efecto anti Wal-Mart ya se hace notar. Además de la creación de Wal-Mart Watch, gracias a protestas locales con el apoyo de autoridades se ha logrado impedir la apertura de más de 300 supermercados de todo tipo a lo largo de Estados Unidos, según el registro hasta octubre de 2006 de Sprawl-Busters, una organización liderada por Al Norman.
Conocido como el “enemigo número uno de Wal-Mart”, Norman llamó la atención nacional cuando impidió la apertura de una tienda en su natal Greenfield, Massachusetts, en 1993. Desde entonces ha viajado por todo el país asesorando a organizaciones en defensa de sus localidades.
México, aunque no forma parte de aquella lista, también se ha sumado a las protestas. Colonos, comerciantes y el gobierno local han impedido la apertura de dos Wal-Mart. Uno cerca del Club de Golf La Hacienda, en el estado de México, y el otro en el fraccionamiento Monterreal, en la ciudad de Mérida. En 2005 se vivieron intensas discusiones y críticas por un proyecto en Pátzcuaro. Además, en enero de 2005 se constituyó el Frente Cívico en Defensa del Valle de Teotihuacan, a pesar de la apertura de la tienda.
Wal-Mart es también objeto de estudio en The Corporation, el documental del canadiense Joel Bakan quien, a base de entrevistas con ejecutivos, activistas y académicos como Noam Chomsky, el fallecido Nobel de Economía Milton Friedman, Michael Moore, un doctor en sicología de la University of British Columbia y un consultor del FBI, analizan el comportamiento de las corporaciones como si se tratara de un individuo, una “persona con derechos y obligaciones”. El resultado del diagnóstico: una corporación es un ser sicópata y amoral cuya única motivación es buscar el beneficio propio.
Calvillo ejemplifica el caso de Wal-Mart: esta empresa tiene una campaña en la que se muestra como una firma que apoya a los productores nacionales en los países en que instala sus tiendas, pero eso se contrapone con sus políticas laborales. En China, donde compran más productos que cualquier otra empresa en el mundo, se han opuesto a una reforma de derechos mínimos laborales, como contratos, pago de indemnizaciones y a la libre unión sindical.
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La responsabilidad social empresarial, precisa Calvillo, se mide en tres ejes: la condición laboral de sus trabajadores, el impacto ambiental de la empresa en todo el proceso de producción y el impacto económico local. Y la denuncia del incumplimiento de estos ejes será prioridad de El Poder del Consumidor.
De algún modo se creará una lista negra de empresas, pero no como la que presentaron Klaus Werner y Hans Weiss en El libro negro de las marcas, donde acusan a algunas corporaciones de haber sido cómplices de dictaduras, del financiamiento de guerrillas y grupos paramilitares; de explotar a menores en sus plantas de países del Tercer Mundo, de saquear recursos y reservas naturales sin ningún control, de marginar a comunidades rurales e indígenas y de evadir impuestos, como la petrolera TotalFinalElf, McDonald’s, Exxon Mobil, Nike y Mattel, que encabezan la lista.
El objetivo de El Poder del Consumidor no será boicotear. El ideal es promover un cambio de conciencia entre las empresas. Cambiar las condiciones laborales que favorezcan a los trabajadores, nunca atentar contra las plazas de trabajo.
–¿Es ingenuo pensar en un cambio?
–El cambio es posible. Incluso lo vemos en sectores de posiciones conservadoras. El mismo Agustín Carstens se ha pronunciado contra los oligopolios en México. Siento que el cambio es posible a través de los consumidores, pero el primer consumidor responsable que tiene que haber en el país es el Estado. Ellos son los que tienen la obligación de promover productos alternativos. Es el gobierno el que permite las prácticas empresariales desleales.
–La cultura del consumo irracional está muy arraigada.
–Está claro que el planeta no puede soportar los niveles de consumo de la sociedad industrial. Los chinos no pueden acceder a ese nivel de consumo porque necesitaríamos tres planetas. El modelo de consumo de Estados Unidos y algunos países europeos es un modelo a expensas del planeta en términos ambientales y sociales.
–¿Si la gente tuviera conocimiento de las marcas que está consumiendo y de sus opciones, sería posible un cambio radical?
–Poco a poco, aunque muchas de estas opciones suelen ser más caras. Si la gente tuviera información, seguramente cambiaría el consumo de huevo Bachoco a huevos orgánicos, por ejemplo. La base de todo es la información. La epidemia de diabetes es otro ejemplo. En México hay diez millones de personas enfermas. A finales de los sesenta era la causa de muerte número 38 y ahora está entre las dos primeras, y todo tiene que ver con la comida industrializada y el refresco. Siete por ciento del presupuesto del sector más pobre se va al refresco. Las ventas de Coca Cola en México representan once por ciento a escala mundial.
–Una lucha entre David y Goliat.
–Es un proceso gradual. El péndulo ya está en el extremo.
“El hecho de que las 51 economías más grandes del mundo son empresas y de que la Organización Mundial de Comercio esté por encima de Naciones Unidas y respaldada por las grandes corporaciones, nos hace pensar en que ya no puede ir más allá. Ahí está la caída de Bush y de los republicanos, quienes representan ese control corporativo. Cada vez está más presente una visión a favor de los derechos de los ciudadanos”.
–Las tácticas de Greenpeace son muy radicales. ¿Ustedes retomarán sus estrategias?
–No. El estilo de Greenpeace no será el de esta organización. De ahí retomaré lo que aprendí sobre cómo desarrollar y construir una campaña. Yo pienso más en lo que decía Gandhi, algo así como “hay lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no lo suficiente para satisfacer sus ambiciones”. La mayor parte de las empresas pierden todo el sentido ético y trabajan para obtener el mayor beneficio en el menor tiempo, sin importar los efectos en la salud, en el planeta, en la explotación de la gente, en la estabilidad económica de una región. Es invertir el capital y obtener el mayor capital lo más pronto posible. Eso hay que cambiarlo.
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Será el próximo año cuando El Poder del Consumidor comenzará a realizar acciones públicas a través de campañas estratégicas. Sin embargo, hace unas semanas realizó el foro Las Corporaciones Toman el Poder, en el que se expusieron algunos de los mecanismos mediante los cuales las grandes empresas influyen en el Estado para crear leyes y reglamentos favorables, como fue el caso de la Ley de Radio y Televisión, la Ley de Bioseguridad, la venta de los recursos naturales y del patrimonio histórico.
Hace dos semanas se realizó una sesión cerrada en la que participaron representantes del Centro Mexicano de Filantropía, de la organización Consumers International, de la Profeco y algunos empresarios para establecer estrategias, vínculos sociales, empresariales y de gobierno y, así, tener claro qué tipo de organización puede ser la más eficiente.
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